EL RETORNO DE LOS FILMOTECOS MUTANTES
Cómo pasa el tiempo. Parece que fue ayer cuando, en cierto libro de alegre nostalgia, le di un repasito cariñoso a esos "entes" pobladores del Cine Doré que sin duda habría aceptado el fauno de Guillermito como inquilinos de su laberinto, bien como "hombres pálidos" bien como ninfas. El otro día, tras varios años sin aposentarme en la coqueta (y barata) cafetería (últimamente no tenía más tiempo que para disparado a la sala), decidí pasar un rato en tal lugar ameno acompañado de mi santa, reencontrándome con alguno de la tribu, conservado en formol (o en otras sustancias más viscosas, vete a saber). Ahí estaba el "pulgoso" Marchante (no Oti, naturalmente) con su gorrilla estrábica, su café con leche congelado de no probarlo en 3 horas, y su "acólito" con un cerro de papelotes, casi papiros, extranjerizantes dándole la brasa. Ahí estaba el tipo del acento indescifrable, como de portero de corrala, siendo peloteado por su colega ("solo tú de todos estos puede presumir de una licenciatura en Harvard" (sic), ahí la dama espigada, maquilladísima, ni joven ni viejuna, con la medio sonrisa escayolada y la mirada perdida en algún lugar de aquí a la eternidad... y toda la fauna de chicos del preu con un libraco de Tarkowski en la mano, de niñas alegres que se acercan a ver "Alatriste" por dos euros, de sesudos que sudan caspa, de tirios, troyanos y prusianos. Todos, atendidos con exquisita caballerosidad por los camareros de la cafetería, que si un día hablaran... Ah, filmotecos mutantes, qué bello sonido emitís. No sería quien soy, o no soy, sin vosotros.
2 comentarios
AltoVolta -
Curiosa -