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AÚLLA, BARDO

Le vi hace casi trece años. Fue en el Círculo de Bellas Artes, donde algunos dicen que huele a ácido bórico vivo. Aunque le faltaban menos de tres años para morir, Allen Ginsberg derramó energía cósmica y vitalidad beatnik a cataratas. Recitó, cantó mantras, lanzó guiños obscenos al público (donde creo que se distinguían "luminarias" patrias como Pablo Carbonell o Ray Loriga) y nos dejó con el alma más ancha que una autopista de Los Ángeles. Quizá el mejor momento fue cuando empezó "Howl" y, poco a poco, se fue animando y lo soltó enterito, como esos magos que no paran de regurgitar pañuelos de seda locamente. Ahora se cumple el medio siglo de la publicación de uno de los poemas más importantes de todos los tiempos (sí, de toditos). ¿Dónde estarán ahora las mejores mentes de mi generación? Pues igual acarreando sanitarios o coleccionando hoteles caribeños, vete a saber. Por cierto, Anagrama (¿quién si no?) ha editado "Aullido" recientemente, junto con otras puntas de lanza de la generación de Kerouac. Nunca es tarde, ni pronto.

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