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DIFERENCIAS IRRECONCILIABLES

Ayer vi "El laberinto del fauno", de Guillermo del Toro. Como todas las suyas, potente, sugerente y profesional. Y, sobre todo, coherente consigo mismo y con el esqueleto fantaterrorífico de Lobezno que sostiene su corpachón. Impecable escenografía, maquillaje de primera (aunque el monstruo come-hadas parezca el tritón de "Hellboy"), argumento que mezcla perfectamente realidad y sueño, actores de primera (ojo a esa cría) y, solamente, un guiño final absurdo, aunque recuerde a su subvalorada "El espinazo del diablo", némesis de ésta. Por cierto, esperemos que ningún memo venga a dar la tabarra entre los buenos y los malos de la Guerra Civil. Me consta que el cuate se encontró algún problema de "intendencia" entre el gremio patrio, celoso de que alguien venga a pisarle el territorio. Más tontos son ellos. ¿O es casualidad que "Alatriste" y "Salvador", ambas "foráneas" sean dos de las mejores producciones "nacionales" del año? Curiosamente, por la noche en Canal + echaron "Hellboy", su anterior y estupenda (quizá su obra maestra) película. Seguramente la escena de la lucha en el metro entre el diablillo y el bicharraco lovecraftiano costó más que todo el filme que se estrenará el próximo 11 de octubre en nuestras pantallas. Pero Guillermo, uno de los pocos a los que es un placer entrevistarle (el lunes que viene me daré el gustazo) se adapta a lo que le echen, sea tabasco, mantequilla de cacahuete o caviar. ¿No se llamaba a eso ser un artesano hace años? No es de extrañar que Santiago Segura sea su "superamiguete". A ver si se le pega algo de arrimarse, claro.

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